La observación cotidiana de los niños, es el aprendizaje constante. Habita en ellos la pureza y la inocencia, la acción desinteresada, el asombro, la pregunta, el amor incondicional, el respeto por toda forma de vida, el cuidado, la bondad, la generosidad. No hay egoísmo, ellos viven en paz. Preservemos sus vidas de nuestros miedos, de nuestra violencia, de nuestras estructuras, de nuestras falsas verdades, de nuestro egoísmo y poder. La verdadera educación es la que amorosamente y desde la humildad acompaña el desarrollo de las potencialidades de cada ser, generando el espacio propicio y proveyendo todas las posibilidades para que eso sea posible. El ser debe crecer siendo, en un ambiente de paz, armonía y respeto, sin coerción ni falsas relaciones de poder, desde la empatía y la comprensión. El guía debe desaprender todo atisbo de control y de miedo al desarrollo genuino del niño, aceptando la heterogeneidad y el tiempo individual, la historia y la emocionalidad de cada cual. La pureza, la inocencia y el asombro son tesoros que como acompañantes de cada proceso debemos preservar y custodiar. Nuestra mayor responsabilidad está en no querer imponer ni mandar, ni estructurar el desarrollo natural que cada niño trae a este mundo para vivenciar. Son la semilla, y cada uno es una semilla distinta que las demás. En esa semilla está guardada toda la información y el potencial para la expansión de su ser. Sepamos preservar el proceso maravilloso que es Crecer Siendo nada más ni nada menos que lo que cada pequeño vino a Ser.

En Amor y libertad.

 

Amparo Charo Jiménez.

Creadora del Proyecto El Poleo. Granja agroecológica.

Cerrito Blanco. San Luis

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Integrante de la Red de Psicopedagogía y Educación Holística